LA U.I.L.
Me decía, en 1976, un antiguo dirigente de la U.I.L.: «¡dejémosla, bien muerta está! -No murió- replique yo- en 1947 cuando nuestra detención, como tú crees, sino en 1970 al desaparecer nuestro querido amigo Antonio Rodríguez Moñino, que fue su tercer y último presidente.
Ahora, al encontrármelo en una reunión política, me anunció: “alguien te pedirá datos sobre las actividades de la U.I.L. Para una próxima publicación”.
Cuando en la feria del libro de 1976 saludé a Manuel Azcárate y le pedí me dedicase el libro de su padre “Mi embajada en Londres durante la Guerra Civil”, conocía nuestra organización, como me manifestó, a través de Manuel Tuñón de Lara, nuestro emisario forzoso a Francia en el otoño de 1946.
Durante estos años se han acumulado diversas “fuentes” sobre la U.I.L., mas, antes de hablar de ellas, quiero hacer unas consideraciones sobre su nombre.
En 1944 nos fué sugerida la reorganización -en el interior de España y clandestinamente- de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Nosotros estimamos que ésta había sido históricamente superada. Se hacía necesaria una Unión de Intelectuales Libres con un programa positivo, que se plasmo en una declaración de objetivos a lograr: Derechos de reunión, asociación, expresión, investigación, creación … Declaración que antecedió, en varios años, a Derechos Humanos de la O.N.U. Nuestra Unión luchaba con medios pacíficos por conseguir los antedichos objetivos. No era un partido ni una organización sindical, pero no podíamos ser apolíticos, ya que para lograr la Libertad, que anhelábamos era imprescindible el derrocamiento de la Dictadura. Régimen, éste, que tenía sumida a España, con su sistema inquisitorial, en una verdadera Edad de Tinieblas intelectuales -así la caracterizamos en el primer número de “Demócrito” y en un vasto campo de concentración con sus cámaras de tortura en cárceles y comisarias. La Democracia perfecta, en que creíamos, nos llevaba a defender la forma republicana -pero no exclusiva- de gobierno. Intelectuales marxistas, republicanos, libertarios, liberales formaban en nuestras filas.
El término Libre halló cierta oposición entre alguien, que se caracterizaba por un estrecho dogmatismo. Muchos años después, escuchando una “filípica” de una emisora contra Azcárate, halle el paralelismo ideológico entre ambas posiciones: la de la emisora y la de los detractores de nuestra denominación de Libres.
También hubo censuras para nuestro pacifismo y no participación en la lucha armada de las guerrillas. Estas posturas “críticas” ocasionaron el cambio de presidente de nuestro Consejo Rector.
Nuestro “quiero ser” colectivo significaba el rechazar el proyecto, latente en algunas “mentes”, de desligar el esfuerzo de los intelectuales de la situación histórica y política de nuestro país. El “estar” con el pueblo -y ser libres con él- es la realización del “querer ser” -”querer es poder”, dijo un filósofo-, que, finalmente, constituía una síntesis dialéctica de los valores culturales y de su negación por nuestro tradicional adversario inquisitorial, y no una mera postura antitética por nuestra parte.
Dejemos esta cuestión -que creo ha quedado suficientemente aclarada- y volvamos a nuestras actividades en la U.I.L en la década de los 40.
Veamos como el enemigo acusó “el golpe”. El dijo: “Rafael Guisasola de La Torre -en testimonio de sentencia tras el Consejo de Guerra de 1948-, de antecedentes izquierdistas (…) en el año 1945, en unión de otros individuos constituyeron un llamado comité provisional de Madrid (…) de la F.E.T.E y después un comité nacional. Posteriormente se logró la tirada de un periódico titulado “Demócrito”, que llevaba en la cabecera el rótulo de órgano de intelectuales antifranquistas. Posteriormente a consecuencia de la detención de algunos dirigentes de aquella organización se procedió a constituir un Consejo Rector de la organización de Unión de Intelectuales Libres del que el procesado fue nombrado Secretario General, teniendo la primera misión de organizar ampliamente dicha asociación dándole un carácter nacional y lográndose contacto con todas las provincias en donde existían Universidades o Escuelas Especiales, cuya organización trataba de agrupar a los intelectuales de ideología republicana que fueran contrarios al régimen (…) habiéndose logrado editar con regularidad el periódico clandestino antes citado que pasó a ser órgano de la U.I.L., confeccionándose al mismo tiempo otra clase de propaganda “Cuadernos de Estudio”. Como tal Secretario el procesado intervino en todos estos trabajos poniéndose en contacto con otras organizaciones similares, como la F.U.E y otra organización que funcionaba con el nombre de Agrupación de Intelectuales Antifranquistas, lográndose la fusión de ésta con la U.I.L. Igualmente se establecieron contactos con los partidos que integraban la Alianza de Fuerzas Democráticas”.
La anterior cita precisa unas puntualizaciones.
1ª.- El hecho de que yo hubiese sido secretario de la F.E.T.E de Madrid en 1937 a 1938 -lo que la policía no descubrió- y que fuese uno de sus dirigentes en la clandestinidad, nada tiene que ver con el origen de la U.I.L., organización nueva, que no era un sindicato, como lo era y es la F.E.T.E. Cierto que la U.I.L incluía también profesores, junto a científicos, médicos, abogados, escritores, artistas, ingenieros, etc., lo que daba lugar a dos interpretaciones contrapuestas y, sin embargo, ambas falsas. La primera o positiva era mantenida por Pablo Cortés -profesor de Normal, socialista y uno de los vicepresidentes del Consejo Rector de la U.I.L.- quien afirmaba: “Empezamos con una Asociación de Maestros, pasamos a una Federación de todos los trabajadores de la Enseñanza y, ahora, nos hemos ampliado a una Unión de todos los intelectuales”. La segunda o negativa la protagonizó la F.E.T.E de Valencia que, creyendo que aspirábamos a “robarle” sus afiliados, “declaró la guerra” a la U.I.L valenciana, impidiendo a sus afiliados, a título personal, serlo, también nuestros.
2ª.- Solamente el primer número de Demócrito llevaba el subtítulo de órgano de Intelectuales Antifranquistas, ya que a partir del número dos inclusive, el rótulo decía: “órgano de la U.I.L.”.
3ª.- Las detenciones a que se refiere la cita, no afectaban a la U.I.L., sino a la F.E.T.E y a los partidos socialista y comunista, con los que estábamos en estrechas relaciones.
4ª.- Las fusiones en el seno de la U.I.L de otras organizaciones de intelectuales antifranquistas fueron varias, y no una sola, dos de ellas, las más numerosas, dieron de su seno, representantes al consejo rector.
5ª.- En cuanto a las relaciones con los partidos democráticos clandestinos eran llevadas más bien a título personal por miembros del Consejo Rector, que eran afiliados de dichos partidos. Así el Presidente, que antes había sido el primer Vicepresidente, nos relacionaba con el Partido Socialista, otros con los Partidos Republicanos -pues había varios y enemigos entre sí- y las relaciones con el P.C.E. requieren una breve historia.
Primeramente hubo dos conductos: el del primer Presidente, Carlos Díaz, en relación con Trilla directamente, y el mío, a través de delegados del C.C que actuaban en el interior de España. Este contacto subsistió cuando desapareció el primero en 1945. Naturalmente que las personas cambiaron. Recuerdo con cariño a Lucas Nuño -ejecutado en Ocaña en diciembre de 1947-, que fué modelo de tacto y comprensión -no reñidos con su firmeza política- y que no intentó “controlarnos”, como hicieron otros.
Al ser dirigente de la F.E.T.E clandestina estuve en relación con la dirección de la U.G.T., del interior. Un dirigente de ella -José Satué- me transmitió un expresivo saludo de Pasionaria, al venir de Francia en 1946.
6ª.- Pero, la U.I.L sostuvo otras relaciones a un nivel superior. Se trata de los contactos con el Gobierno Giralt -Gobierno de la República en el exilio- a través, primero, del profesor Bosch Gimpera, nuestro “embajador” en Méjico. El año 1946 un emisario de dicho Gobierno nos visitó en Madrid. A. Guardiola, que era el emisario, nos mostró a una delegación del Consejo Rector su credencial -que teatralmente se sacó de la manga de su camisa- sellada y firmada por Giralt. La nombrada delegación de la U.I.L estaba formada por el Sr. Regueral -naturalista, uno de nuestros vicepresidentes y, políticamente republicano-, Pablo Cortés, otro de los vicepresidentes, profesor de historia de la Normal de Madrid antes de la guerra, y destacado socialista, y, finalmente, por mí, como secretario general. Sin embargo, nuestro apartidismo, que no apoliticismo, nos obligó a rechazar una propuesta tendente a nuestra incorporación a la Alianza de Fuerzas Democráticas, que actuaba en Madrid.
7ª.- Es cierta nuestra organización por distritos universitarios, pero reconociendo la total independencia, con relación a nosotros, de la intelectualidad de las otras nacionalidades del Estado español.
La floración de la Cultura catalana, especialmente en el período de 1931 a 1939, y tan duramente reprimida por el franquismo, determinó la existencia de una organización de Intelectuales Libres en Cataluña. Con ella sostuvo la U.I.L unas fraternales relaciones.
Cosa semejante sucedió en Euzkadi. Su periódico, que redactaba en Euzkera su primera página, nos llegaba con regularidad. Para las elecciones del 15 de junio de 1977 un candidato de izquierda presentaba como mérito, haber pertenecido a la U.I.L.
Realizadas las anteriores puntualizaciones, que eran necesarias para aclarar el contenido de la nota, antes citada, tenemos que pasar a mencionar otras “fuentes”.
En la obra titulada “El partido comunista 37 años de clandestinidad”, de la editorial San Martín, su autor -A.R.A.- furibundo anticomunista, dedica a la U.I.L algunos párrafos. En uno de ellos dice: “ … Mayor desarrollo (…) alcanzó la Unión de Intelectuales Libres, ya que encontró adheridos en personas de más edad, que habían militado en partidos del Frente Popular, intervenido en la guerra y creían que había llegado el momento de volver a la acción. Se formó un grupo dirigido por Rafael Guisasola de la Torre (…) maestro nacional (…) en el que participaban maestros, empleados, catedráticos, ingenieros, médicos (…) no puede decirse que todos los miembros fuesen comunistas, pero cuando se los detuvo, en marzo de 1947, estaba relacionados con ellos un destacado comunista (…) de Euzkadi …”
En otro se afirma: “… Otro miembro de la U.I.L detenido fué el abogado madrileño José Díaz García condenado con anterioridad a doce años de cárcel por su conducta durante la guerra y puesto en libertad en 1946. Había sido secretario de Embajada (…) Al salir de la cárcel enlazó con Tuñón de Lara, antiguo compañero de carrera”.
Como puede observarse solo habla de los que fuimos detenidos -su información procede de medios policíacos- y en Madrid, pues silencia a los detenidos en Valencia -que formaban otro grupo- y en otras ciudades. Luego, hablando de Paulino García Moya, asegura: “… hombre con sólida formación intelectual y un historial revolucionario convincente (…) Huido a Francia (…) En 1943 regresó a Madrid y hasta que en 1946 fué detenido por actividades clandestinas (…) dentro de la Unión de Intelectuales Libres”.
Finalmente, tratando de las actividades de las organizaciones democráticas y obreras en Cataluña de los años 50, puede leerse: “funcionaba además la Unión de Intelectuales Libres”.
A este respecto recordemos su independencia con relación a nuestro Consejo Rector de Madrid. El Presidente de este -Juan Puig Tomás- en su doble calidad de catalán y dirigente nuestro llevaba directamente las relaciones de la U.I.L con los intelectuales de esa nacionalidad.
Jorge Semprún, en su afán de soslayar a la U.I.L. -probablemente aconsejado por alguien, muy amigo suyo, a quien no voy a hacer el honor de nombrar- se entrevista con Jorge Campos. Así lo relata en su autobiografía de Federico Sánchez. Más … resulta que J. Campos fué uno de los fundadores de la U.I.L a cuyo Consejo Rector perteneció.
En “Historia de España. Alfaguara VII”, Ramón Tamames ignora a la U.I.L y comete el error de afirmar que en 1947 -el año del fusilamiento de Zoroa y L. Nuño … y de nuestra detención- había cedido la represión franquista. Por otro lado incluye la lista de figuras intelectuales -que dá Luis Abellán en su libro “La Cultura en España”- que hubieron de exiliarse al término de la guerra. Sorprendentemente figura en ella -entre los científicos- J. Gallego Díaz, que pertenece a la generación posterior y que sale de España en los años 50 y “legalmente”.
Con más méritos que él debían figurar aquellos “contemporáneos” suyos que nombro a continuación:
Juan Puig Tomás, científico, en la cárcel de 1939 a 1944 y en el “exilio interior” -presidente de la U.I.L.- Marcha en los años 50 a América para no perecer de hambre.
Antonio Rodríguez Moñino, bibliógrafo, en la cárcel, en el “exilio interior”. Fundador del museo Lázaro Galdiano -por testamento- privado de su dirección por la dictadura, que no le permite acceder a la Academia hasta 1966. Se ve obligado -en los años 60- a desempeñar cátedra de Literatura -la de España se le arrebató en 1939- en la Universidad de California -Berkeley-.
Viven un “amargo exilio interior” los naturalistas Regueral y F. Cordón. Igualmente el escritor Jorge Campos.
Manuel Tuñón de Lara, tan conocido como historiador, soporta el “exilio interior” hasta 1946, en que, perseguido por la policía, escapa a Francia … Fué uno de los fundadores de la U.I.L., miembro de su Consejo Rector, Director-fundador de “Cuadernos de Estudio”.
Angel Palacio Gros, matemático, condenado a muerte por oficial del ejército republicano, soporta -conmutada aquélla- duros años de cárcel. Por su actividad en la U.I.L. -Secretario Adjunto del Consejo Rector, es perseguido y marcha, tras cruel odisea, a Venezuela.
El famoso guitarrista Daniel Fortea Guimerá -con más de 70 años- soporta la cárcel por el mero hecho de ser afiliado de la U.I.L. Y … de ésta es también afiliado -el ya mencionado- Gallego Díaz, matemático, quien va a Venezuela -como muchos otros- por hallarse aquí “incómodo”.
Y, volvamos a las “fuentes”.
Joan Oliver, Joan Pagés, Pelai Pagès en “La prensa clandestina. Propaganda y documentos antifranquistas” -Ediciones Planeta- citan a nuestro Demócrito:
“… otras de carácter independiente, como Demócrito, de la Unión de Intelectuales Libres de Madrid, semanario que apareció casi semanalmente durante más de dos años…”. Luego, “otro texto (…) Es el artículo aparecido en Demócrito con el título España, piedra de toque de las democracias”. Texto que reproduce íntegro a lo largo de tres páginas, y con el siguiente pié: “Demócrito, número 19, año segundo. Unión de Intelectuales Libres. Hoja editada en Madrid, correspondiente a la segunda quincena de marzo de 1946”.
En conferencia pronunciada en julio de 1978 en F.I.M., Fany Rubio nos explicó, que, fruto de sus investigaciones, había descubierto la colección completa de Demócrito -sobre la mesa tenía dos ejemplares del verano de 1946- y añadió: “Lo que ha salido del pueblo a él debe volver”.
Por la misma época, en carta dirigida a un ministro, Leopoldo Lovelace -conocidísimo monárquico liberal- escribe: “conocí a Rafael en los tiempos clandestinos de 1947 cuando editaba Restauración, y por cuya publicación estuve 13 meses en la cárcel (…). El, entonces, era Secretario General de un grupo de intelectuales republicanos que formaban la famosa U.I.L. …”
Tales son, no las notas que, sobre la U.I.L., me pedía M. Azcárate, sino el prólogo de las mismas, que pueden versar sobre:
Breve historia de la U.I.L -su Ideología- -su Organización- Programa-Prensa-Relaciones con otras organizaciones.
Madrid 1979
R.G. De la Torre
(carnet nº 26 del P.C.E y ex- Secretario General de la U.I.L.)
1 Antonio Rodríguez Moñino y María Brey Mariño, el matrimonio mantuvo una estrecha relación con mi padre Felipe Camarero Ruanova Maldonado hasta el punto de ser ambos en la España nacionalcatólica padrinos de 
mi bautizo.