Homenaje a Miguel Hernández

Miguel Hernández «El niño yuntero»

Carne de yugo, ha nacido

más humillado que bello,

con el cuello perseguido

por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,

a los golpes destinado,

de una tierra descontenta

y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo,

de vacas, trae a la vida

un alma color de olivo

vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza

a morir de punta a punta

levantando la corteza

de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente

la vida como una guerra,

y a dar fatigosamente

en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,

y ya sabe que el sudor

es una corona grave

de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja

masculinamente serio,

se unge delluvia y se alhaja

de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,

y a fuerza de sol, bruñido,

con una ambición de muerte

despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es

más raíz, menos criatura,

que escucha bajo sus pies

la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde

en la tierra lentamente

para que la tierra inunde

de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento

como una grandiosa espina,

y su vivir ceniciento

revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,

y devorar un mendrugo,

y declarar con los ojos

que por qué es carne de yugo,

Me da su arado en el pecho,

y su vida en la garganta,

y sufro viendo el barbecho

tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará este chiquillo

menor que un grano de avena?

¿De dónde saldrá el martillo

verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón

de los hombres jornaleros,

que antes de ser hombres, son

y han sido niños yunteros.

En 2020 la irracionalidad y la barbarie siguen persiguiendo al poeta Miguel Hernández. Cuando tienen miedo de los fantasmas es porque les torturan sus tropelías y desmanes.

En recuerdo de un poeta, que aún después de muchos años, sigue siendo víctima de los representantes de la cultura de la dominación, del privilegio, de la opresión y del asesinato.

Romance a Pérez Mateo

Pérez Mateo

Para defender la fábricas,

y los campos, y los libros,

te fundiste con el pueblo,

porque eras pueblo tú mismo.

Al lado de los obreros,

al lado del campesino,

al lado del estudiante,

todos erais uno mismo,

que no marcan diferencias

las balas del enemigo.

Tú. sin embargo, eras tú.

Siendo igual eras distinto.

Que cada cual en la frente

lleva marcado su signo.

Entraste de miliciano;

como alférez fuiste herido:

con sangre estaban ganados

tus galones de oro fino.

Yo sé cosas que me callo

porque no debo decirlo

en tanto no llega el día

en que pueda hablar a gritos.

Tú fuiste, Pérez Mateo,

quien en el mayor peligro,

y cuando todos dudaban,

les diste el ejemplo vivo.

Para salvar otras vidas

alzaste la tuya en vilo.

Las balas que te buscaban

encontraron el camino,

y la Muerte, que aguardaba,

vino a buscarte a tu sitio.

Moriste como los hombres:

en pie, frente al enemigo.

Las balas que te mataron

eran metal encendido,

que si no, se retiraran

de tu cuerpo sin herirlo.

Camarada, tú no has muerto:

el cuerpo dejó un vacío,

pero tu vida cortada

persiste en nosotros mismos.

Sobre tierra, piedra y mármol

tu espíritu quedó fijo.

No nos quitaron tus manos,

que en las nuestras las sentimos.

No se ha perdido tu voz,

que vibra en nuestros oídos.

Camarada, tú no has muerto:

te siento en mi pecho, vivo.

Felipe RUANOVA

Romance de mi padre publicado en Romancero General de la Guerra Española (selección y prólogo de Rafael Alberti) 1944. Patronato Hispano Argentino de Cultura Buenos Aires.

Romance de los seis moros perdidos

Romance de los seis moros perdidos

Seis moros van por la Sierra,

el estómago ligero

y cargada la cabeza.

Se han perdido hace dos días

entre vueltas y revueltas,

y por más que llevan dadas

no encuentran la que desean.

Ya tristes y alicaídos,

ya sin vigor en las piernas,

en un giro del camino

han visto un pueblo muy cerca.

Un pueblo en que habrá vacas,

y gallinas y terneras;

un pueblo en que habrá comida

y buen vino de la tierra.

Corren, corren y en la casa

primera que al paso encuentran

se meten, con grandes voces

llamando al dueño y la dueña.

-¿Quién está dando esos gritos?;

ha de estar loco, por fuerza-,

dice el dueño de la casa

asomándose a una puerta.

-Si, somos locos de hambre

-un morito, le contesta-;

hace más de cuatro días

que vagamos por la Sierra,

sin nada para la boca

y caminando sin tregua.

-Sentáos, que yo os daré

comida para setenta,

y si no hubiese bastante

la buscaré donde hubiera.

Allí les sacó comida,

tan abundante y bien puesta,

que la boca no es bastante

cuanto la vista desea.

Después que quedaron hartos

llamaron al de la venta;

le preguntaron: -Buen hombre,

San Rafael, ¿dónde queda?

Hemos de volver allá

y no sabemos la senda.

-No paséis cuidado alguno,

que con mi mujer ya llega

quien sabe vuestro camino

para recorrerlo a ciegas.

Llegó en esto la mujer,

con diez milicianos entra,

y aunque los moros resisten,

bien pronto vencidos quedan;

llevánselos las Milicias

donde nunca más se pierdan.

Felipe CAMARERO RUANOVA

Romance de mi padre publicado en Romancero General de la Guerra Española (selección y prólogo de Rafael Alberti) 1944. Patronato Hispano Argentino de Cultura Buenos Aires.

No disparéis, camaradas

No disparéis, camaradas

Preparados los fusiles,

avanzan hacia unas jaras

un grupo de milicianos

del frente de Guadarrama..

Hay una ametralladora

que sin descanso dispara,

y a la cual deben tomar

por las buenas o las malas.

Se ha callado el enemigo

a la primera descarga.

Que por volver los disparos

sólo ha vuelto las espaldas.

Con cuidado las Milicias

hacia las jaras avanzan

cuando un bulto grueso y negro,

un vientre y una sotana,

arrodillado les pide

perdón con estas palabras:

«¡Perdonadme, compañeros!

¡No disparéis, camaradas!,

que he de hacerme socialista

y he de dar vivas a Azaña.

¡Por Dios!… digo, no… ¡por Rusia!,

no disparéis, camaradas,

que hoy siento nacer en mí

un hombre nuevo. ¡Caramba!

no mirarme de ese modo

que se me corta hasta el habla.

¿No os digo que he de ser otro?…»

¡Eso está bien! Camaradas,

dice un miliciano—, vamos

a ver si es verdad que cambia;

matad la parte facciosa

y dejad la parte honrada.

¡Apunten! ¡Disparen! ¡Fuego!

Y todas sus partes eran

lo mismo que su sotana.

Felipe C. RUANOVA

Poema rescatado de mi padre publicado en El Mono Azul 1936. Publicación semanal de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.