Torturas de la Brigada Político Social (1941 a 1978)

Durante la Dictadura y la ocupación violenta del país por los facciosos sublevados se practicaron sistemáticamente un sinnúmero de torturas en las dependencias policiales de la Dirección General de Seguridad DGS, edificio sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

OBSERVACIÓN: Las primeras elecciones democráticas de la Comunidad de Madrid fueron en 1983. Ningún partido se ha dignado a poner una placa de recuerdo por las personas detenidas y maltratadas por la dictadura en sus dependencias.

Ninguno de los presidentes reconocieron la represión por luchar por la libertad, ni Joaquín Leguina, ni Alberto Ruiz-Gallardón, ni Esperanza Aguirre, ni Jaime Ignacio González, ni Cristina Cifuentes (hasta este momento presidenta).

Presentaré los momentos vividos en una detención.

Se te pedía la identificación, si no se producía la detención sobre la marcha (manifestación, asamblea, reunión, reparto de propaganda, elaboración de propaganda).

A continuación esposados se nos trasladaba con malos tratos al menos de palabra a las dependencias de la DGS.

Se nos hacía el registro de entrada y se nos clasificaba por el tipo de detención.

Acto seguido, con suerte, se nos retiraban nuestras pertenencias (llaves, reloj, monedero, …), conservando la ropa y el calzado.

Si eramos detenidos por actividades «subversivas contra la legislación franquista» se nos conducía a algún despacho para ser interrogado o con suerte se nos conducía a una de las celdas (había celdas en la DGS y en el colindante Cuartel de Zaragoza).

Se producía la privación de libertad sin referencia de pruebas, tipo de denuncia, tiempo de detención  (ley 45/1959 de orden público, Ley 36/1971 modificada)  fijaba en su  artículo 18 (72 horas máximo), excepto en los estados de excepción que tenía la policía libertad horaria por la suspensión del artículo 18.

Estado de excepción de mayo de 1962 (Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa)

Estado de excepción de abril de 1967 (Vizcaya)

Estado de excepción de agosto de 1968 (Guipúzcoa)

Estado de excepción enero de 1969 (Estado español)

Estado de excepción de diciembre de 1970 (Guipúzcoa)

Estado de excepción de abril de 1975 (Guipúzcoa y Vizcaya)

Se nos tenía incomunicados en el espacio reducido de la celda (unos 4 metros cuadrados). Se mantenía encendida permanentemente la luz eléctrica (pérdida de noción del tiempo). Teníamos únicamente la referencia del café (desayuno), comida y cena, si llegaba el sonido de la calle conseguías orientarte en el tiempo. Había que llamar al policía (perdón al señor agente) para hacer nuestras necesidades. No recuerdo si se nos permitía la higiene personal (creo que no). Teníamos en la celda un banco de obra alicatado, un  colchón (plástico con espuma) y una manta para dormir.

La otra referencia con el mundo era cuando te subían a los interrogatorios.

Te metían en un despacho con varios «policías» (tampoco tenías referencia de que lo fuesen) nunca estaban identificados. Te metían el miedo en el cuerpo por superioridad numérica y por estar indefenso.

La tortura psicológica se vinculaba a lo que escuchabas de los despachos colindantes (gritos, golpes, chillidos, caídas), las amenazas sobre tus familiares, pareja, amigos. Las supuestas delacciones de tus compañeros de detención o las acusaciones de otras personas. Pero la menor amenaza era la que realizaban contra ti y contra tu persona (insultos, amenazas). Se recuerdan  las pistolas puestas en la cabeza, como nos acercaban a las ventanas, como nos empujaban hacía puertas de cristal.

La tortura de recibir golpes (aguantar el dolor) dependía del tipo de agresión física (alguno de los que recuerdo): Bofetadas, puñetazos (selectivos en zonas del cuerpo), uso de toallas mojadas y guías telefónicas para no dejar señal, presión en el pecho (tumbado en una mesa) se presionaba sentándose encima, en posición sentado en el vacío con o sin apoyo (silla eléctrica) hasta que no podías aguantar, en cuclillas caminando esposado y pisándote las esposas (el pato), introduciendo astillas entre los dedos, aplicando electrodos en distintas partes del cuerpo o amenazándote con ponerlos.

Algunas más sofisticadas eran mantenerte semidesnudo en corrientes de aire en otoño e invierno. Trasladarte en coche sin identificación policial sin saber el destino.

Desconocías el límite de tu resistencia. Desconocías cuanto tiempo iba a durar. Cuando te bajaban a la celda si podías por tus medios o llevándote en semivolandas, te parecía que alcanzabas el descanso en un lugar aparentemente seguro.

No te podías creer cuando te iban a sacar de la DGS la calle significaba recuperar la libertad vigilada o furgón de traslado a Las salesas (ponerte a disposición del juzgado de Orden Público) o a la cárcel de Carabanchel (para ponerte a disposición del juez militar o cumplir la multa gubernativa).

Estas son algunas de las torturas que recuerdo. Se que la forma de torturar a las mujeres estaba asociada a la amenaza de violación, me imagino que en algunos casos pasaron a mayores por la impunidad de aquellos «servidores de la ley», amenazas a las embarazadas (provocar abortos, luego defendían el derecho a la vida del feto), amenazas con los hijos e hijas.

Si pedías una revisión médica obtenían la certificación facultativa de que salías en buen estado sin secuelas de los interrogatorios.

 

 

 

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