Cariños

El mundo de los afectos hacia las personas y los animales genera estados de ánimo diferentes.

Con las personas se establece una relación en la que normalmente se produce una expectativa de ensimismamiento. Suele prevalecer la valoración subjetiva a la objetiva, en consonancia con el tipo de relación que queremos establecer. Es evidente que la primera percepción es la asociada a los sentidos: en la lejanía impera la vista y el oído, en la proximidad el olfato, en la intimidad el gusto y el tacto. En un segundo momento interviene la percepción del sistema cognitivo en el que median desde los intereses por las afinidades y complicidades sociales, culturales y otros muchos relacionados con la costumbre y con la cultura de cada uno. Y un tercer momento es cuando de forma consciente o inconsciente se clasifica el modelo de interrelación que se quiere mantener con cada persona y construye la jerarquía de valores de la relación. En función de las expectativas iniciales el transcurso del tiempo va modificando la de profundización, el estancamiento o el retroceso de los afectos (vecindad, compañía, amistad, convivencia).

Según pasan de los años son sumas de complicidades, momentos compartidos, disputas y acuerdos, comprensión e incomprensión. Es decir fluye la afectividad en el trascurso de la vida y de la relación social asociada a la confianza que tenemos depositada en la otra persona. Son afectos de contrapartida (doy y espero recibir).

En la relación que mantenemos con los animales domésticos urbanos se establece un vínculo de dependencia del animal, al que se le pide su presencia y al que se pretende dar una serie de normas de convivencia (se le educa). A cambio le damos algo que en principio no ha pedido (cobijo, alimento, necesidades evacuatorias), pero que nos imponemos por vivir en un espacio delimitado e inadecuado para el animal.

Con el paso del tiempo pasa a formar parte de uno mismo. Genera hábitos innecesarios. Ocupa espacios selectivos. Acepta el contacto. Comprende actos y estados de ánimo. Es un ser vivo dependiente al que no se le exige otra contrapartida al afecto que estar.

Aunque como seres racionales tenemos presente el comienzo de la vida (cero positivo), la vida misma y la muerte (cero negativo). Aunque como seres racionales sepamos que los afectos van y vienen a lo largo de la vida. Es difícil la pérdida de un trozo de tus afectos de contrapartida (humanos). Pero a veces se te convierte en inexplicable la pérdida de un trozo de ti mismo o, lo que es igual, el afecto de estar (animales domésticos urbanos).

La irracionalidad prevalece en el mundo de los sentimientos y menos mal que es así.