Hubo una época en la que se formaron las repúblicas del conocimiento. En ellas se trasladaba a otras generaciones el saber conocido, aunque altamente controlado por la ideología dominante.
Estás repúblicas tomaban forma a partir de la asociación de conocedores de una materia que se agrupaban para dar lugar a pequeños estados de conocimiento que confederados daban lugar a la gran república del conocimiento.
Estas repúblicas siempre han tenido un condicionante la dependencia de los recursos ajenos que condicionaban su autonomía. Han estado asociadas a su tiempo, pero aletargadas en la forma de gobernarse y de allegar recursos.
Hoy día las opciones conservadoras intentan y pretenden volver a someterlas y hacer de ellas dóciles instrumentos del poder o de los intereses de los grandes poderes económicos.
Mientras que las opciones de progreso defienden la autonomía del poder y la capacidad para universalizar el conocimiento.
Esta diferencia no es nueva, siempre ha estado asociada a las crisis de los sistemas sociales, políticos y económicos.
Puede interpretarse como un diagnóstico. Pero este diagnóstico es la historia de la humanidad, tan cuestionada y tan acientífica.