Las repúblicas del conocimiento en cada uno de los estadios históricos se encuentra sometida a normas externas que condicionan su funcionamiento. La máxima para establecer estas normas son yo pago tu te encorsetas.
Su validez es parcial. Pues a fin de cuentas quienes pagan son los ciudadanos que aportan con sus impuestos el funcionamiento general.
En el estadio actual nos encontramos con las personas que forman parte de la república del conocimiento. Cada una tiene sus capacidades profesionales tasadas y categorizadas por el sistema establecido.
Cada una de estas personas o grupos de clasificación obtiene una relevancia especial y diferenciada. Normalmente se asocia al lugar que ocupan dentro de la república y no tanto por la importancia específica de su cualificación, que posee toda persona con independencia de los niveles, certificados y títulos obtenidos. Se habla de la escuela de la vida y del empirismo.
Pero no pretendo hablar de la emisión de certificados ni del reconocimiento de la cualificación. Sino de las personas que forman parte de la república del conocimiento y la aportación que realizan para que esta funcione.
Estas personas saben que no van a ser expulsadas de la república del conocimiento. Pero también deben saber como van a hacer su actividad, como se va a dirigir, como se les va a formar (sic: conocimiento) en las nuevas herramientas, como se les va a discriminar por reconocimiento del trabajo bien hecho. En concreto como van a ser miembros de la república del conocimiento.