Hechicera

En tiempos no muy lejanos, en un lugar indefinido, conocí a una hechicera. Sus hechizos eran comentados allende las tierras inexploradas. Sus fórmulas, ungüentos y pociones sorprendían por sus efectos. Se convirtió en experta de reconocido prestigio y con un aura de calidad por sus grandes hechicerías.

Ofrecía soluciones para casi todos los males.
Si alguien tenía hambre y no tenía trabajo. Era capaz con su poción de generar un nuevo estado de ánimo que hacía ver todo como si hubiese satisfecho sus necesidades. Pero además le infundía una sensación de Esperanza como si todo fuese perfectamente bien.

Si alguien se quedaba sin techo para cobijarse. Aplicaba sus ungüentos y se sentía uno protegido de las inclemencias. Pero no quedaba en eso sino que se veía como grandes aves, que digo grandes aves, Buitres tejían unos acomodados habitáculos para acogerlos.

Si alguien estaba solo y sin compañía. Sus conjuros y fórmulas mágicas le generaban un entorno receptivo y cariñoso. Pero incluso Registraba satisfacciones insospechadas.

Pero hete aquí que de buenas a primeras las peticiones fueron creciendo en una espiral ascendente. Su capacidad de producción de efectos especiales se derrumbó y todos comprobaron que eran alucinaciones sin resultados reales.

La hechicera comprobó que no se puede ofrecer lo que no se puede dar y, los efectos beneficiosos, que ocultaban la penuria de los reinos acabaron con su prestigio, con la Esperanza, con los Buitres y con los Registradores.

Ahora que caigo ¿en qué se diferencia el papel que desempeña un Registrador de la Propiedad del que desempeña un funcionario en un registro de cualquier administración pública?. Solamente se diferencian en que se llevan un dineral por hacer una inscripción. Esto podía tener sentido como las hechiceras y la aristocracia en tiempos en los que la mayor parte de población no sabía leer ni escribir.

Moraleja no te fíes de los hechizos, ni de Esperanza, ni de Buitres, ni de Registradores.