Erase un reino heredado de una dictadura bien cimentada en miles de cadaveres por los novios de la muerte.
Un reino en que se enseñaba que hubo una guerra civil. Así se denominaba en múltiples publicaciones. Cuando lo que hubo es una conspiración cuartelera golpista contra el gobierno legalmente elegido por los ciudadanos. Esta conspiración fue respaldada por una cúpula religiosa católica (incluido el Vaticano) y por unos sujetos que la financiaron.
Durante 36 años (1939 a 1975) en este reino se enseñó las bondades de un dictador, de sus brazos ejecutores (ministros y aparatos judiciales y represivos), de sus adoctrinadores (de la única y verdadera fe católica o del movimiento de las fet y de las jons) y de sus benefactores económicos una burguesía partidaria del régimen que obtenía la gracia económica de la represión. Se corresponde con la cultura de los hombres de bien situados por encima de todas las cosas.
Un reino en que se acepta una transición política pactada en la que no haya vencidos y que fuesen perdonados como una gracia concedida. El reino enmascara su carácter centralista con un embrión de estado federal y otorga la denominación de comunidades autónomas.
Resulta curioso comprobar el agotamiento del régimen, cuando los hijos de los defensores de las libertades de 1936 al 39 cedieron el paso a los descendientes de los hijos de la dictadura de 1939 a 1975. Supimos ser pragmaticos. Mis compañeros de izquierdas o de derechas no habían ganado ni perdido nada, todos nosotros eramos hijos de la dictadura con independencia del lugar social que ocupasemos.
Permitimos que las víctimas (fusilados, cunetas, maquis, «ajusticiados», penados, procesados, multados, exiliados por motivos ideológicos) no tuvieran la misma relevancia que los «heroes» vinculados a la rebelión y a la dictadura. Manteníamos el miedo. Las calles mantienen nombres de pistoleros, de militares, de partidarios del partido del dictador y de beatos, santos, santas, virgenes, cristos, obispos y cardenales. Cuando alguién quiera y tenga tiempo podrá evaluar el sinnumero de calles, plazas, avenidas que son un resabio de la rebelión y de la dictadura en noviembre de 2014.
Ahora quisiera que el mundo occidental, el mundo democrático, el mundo desarrollado hiciese un homenaje internacional a los ciudadanos víctimas de los países que vivieron bajo las dictaduras buenas (las suyas) Portugal, España y Grecia de igual modo que se conmemora el 25 aniversario de la caída del muro de Berlin y de las dictaduras malas (las sovieticas).
Es imprescindible constituir un Tribunal Penal Internacional contra las violaciones de los derechos humanos en los tres países. De no ser así será un período histórico cubierto por una oscura capa golpista que oculte los asesinatos y la represión, dando por válida su justicia y el consentimiento de las potencias internacionales que permiten su encubrimiento.
Por cuestión de años transcurridos no habrá muchos sentenciados con penas de prisión. Muchos han muerto, de muerte natural. Pero si es preciso que se conozca, que se condene éticamente a los rebeldes y a sus ejecutores en las dictaduras. En España es evidente que Antonio CG no es un símbolo de la lucha por la libertad, pero si se ha de saber que Saturnino Yagüe, Delso, Gelabert, Conesa fueron torturadores de la brigada político social durante la dictadura franquista.
Esta botella con mensaje lanzado al mar de internet, a quien la lea, propone empezar a elaborar una lista de torturadores españoles de la dictadura y dar a conocer a la sociedad quienes fueron.