Cuanto un cuento

Había una vez un país normal. Como todos los países. Compuesto de pequeñas tribus que se organizaban de distintas formas. Las personas eran altas y bajas, morenas y rubias, jóvenes y viejas,blancas y negras, en suma estaba formado por gentes de diferentes características, como tu y como yo. A ese país le llamaban Mundo.

La habilidad de un reducido grupo de personas había conseguido embobar a las restantes personas y las hacían enfrentarse entre ellas sin que pusiesen en peligro lo que siempre quiso el reducido grupo de personas. De vez en cuando decidían lavar su imagen y hacían caer a alguno de ellos en desgracia para entretener a todos los demás.

Nos habían hecho creer que eramos distintas las aldeas (regiones, países, continentes) por la forma de vivir, de hablar, de convivir. Pero ellos tenían claro que representaba un beneficio para ellos. Los demás abusábamos del valor que nos daba ser diferentes de los vecinos, evitando pensar en el reducido grupo.

La consecuencia era inevitable nos eliminábamos la gran masa con nuestras divisiones y no nos fijábamos en ellos, simplemente cuchicheábamos. Lo importante eran nuestras diferencias no el reducido grupo.

Hete aquí que el reducido grupo decidió que no le bastaba con su privilegiada situación y decidió que quería un mayor trozo de la tarta. Con subterfugios nos hizo creer que la situación era insostenible y que teníamos que asumir sus desatinos, que decían que eran consecuencia de nuestros privilegiados excesos. Que por nuestro bien les teníamos que pagar a ellos sus deudas. Dócilmente asumíamos que debía ser así. Los vecinos a veces se expresaban de una forma más encolerizada. Entonces les acusaban de violentos y como seres ignorantes, aceptábamos que eran unos violentos y dábamos la razón al reducido grupo.

Nos decía el reducido grupo no hay más opciones o lo aceptáis o aún será peor. Hubo algunas personas que atacaron en tromba al que decían que era del reducido grupo. Los componentes del reducido grupo se frotaron las manos viendo a quien atacaban y como orientaban su ira. Adelante decían los del reducido grupo a algunas personas. Veían como se enconaban y vociferaban y de lo mío que hay, yo quiero un poco más, quitarle a ese, pero a mi no, aunque no haya para todos para mi si.

Moraleja fíjate bien en quien se frota las manos y en quien hace esfuerzos para limitar cada impacto.

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